Desprevenida te me acercas, etéreo,
adentrándote sin mi permiso en mi cuerpo,
poseyéndome como un perverso demonio,
devorando hasta lo más profundo de mis entrañas,
carbonizando mi sangre, llevándome al más allá,
haciéndome arder en el fuego de tu gloria.
Díme ¿quién eres que tanto poder tienes sobre mí?
¿Demonio, Angel, Dios, Creador, Salvador, Satanás?
¿no te das cuenta que con tu doctrina
me perviertes lujuriosamente
llevándome directa al cielo del infierno,
haciéndome libre volando entre tu carne
y prisionera del placer entre tus cadenas?
Eres mi obseso carcelero,
degollando mis sentidos,
provocándome disturbios.